Por Ana Lucía Correa
Desde hace unos años me huele mal el 8 de marzo. Me huele mal el 8 de marzo cuando las mujeres cruzamos saludos, se nos regalan rosas y se promocionan los eventos 3×2 en cocteles. Creo que no estamos entendiendo.
Puede ser que si, que sea una sufridora que no pueda ver feliz a la gente, y que no aproveche una oportunidad de festejo y celebración de le femineidad… Sin embargo, me resisto a dejar pasar este día en un simple: “feliz día hermosas rosas”.
El 8 de marzo se instituyó porque es necesario tener un día en el año que permita a la humanidad evaluar los avances en la reparación de derechos, en la equidad y empoderamiento de las mujeres. Es un día para tomar conciencia sobre que rol estamos jugando en la perpetuación de paradigmas, en la creación de una cultura que limita y determina en lugar de favorecer el desarrollo de las mujeres.
Personalmente el 8 de marzo me retrae a recordar las vidas de esas mujeres valientes (Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, Matilde Hidalgo), y a inspirarme en su inteligencia y fortaleza; vidas cuyo trabajo permite que hoy disfrutemos de oportunidades que sin duda no tendríamos.
Sin ir mas lejos, recuerdo, agradezco y valoro los sacrificios reales de mis abuelas y mi madre: tuve y tengo oportunidades que ellas ni siquiera se permitieron soñar. Valgo por su sacrificio y sé que, en la medida en la que yo cumpla mis sueños, le doy valor a su vidas.
Tan importante como hacer de nuestras vidas un homenaje, es medir el valor que tiene que vivamos nuestras vidas a plenitud, para nuestras hijos e hijas. Nos lo debemos, es una obligación y es un derecho.
Que seamos generadores del cambio que queremos ver, que el empoderamiento llegue a la conciencia, que seamos dueñas de nuestro destino, que nuestros sueños nos marquen el norte, que nos sintamos libres para pensar y hacer, que no existan mas culpables que nuestros propios miedos, y que seamos las heroínas de nuestras propias historias, que las rosas sean laureles que celebren el valor de la humanidad respetando la vida.

Ana es socia y fundadora de ASOLIDER y de la Red de Mujeres Líderes.