Por Adela Ramirez
Foto: Francisco Woloch
Cuando empezaron a sonar los primeros cuetazos no entendí nada. Nunca había escuchado ese ruido seco. En la tele los tiros siempre suenan como… como tiros, ¡qué sé yo!… más fuerte. Por eso no me avivé y tardé mucho en salir corriendo para el lado del bosquecito. La mochila me saltaba en la espalda, las pilchas húmedas se me pegaban al cuerpo, las ramas de los sauces me golpeaban la cara todo el tiempo. Los mocos no me dejaban respirar y las lágrimas no me dejaban ver. Tropecé con una piedra grande, volví a tropezar. Me torcí un pie y tuve que correr más despacio. Escuché el río adelante y los gritos atrás, más y más cerca, y me arrepentí, por primera
vez, de no haber aprendido a nadar.
Me buscaron por ahí muchas veces. Al pedo me buscaron, si ya sabían. La primera vez algunos hombres de uniforme llegaron en camionetas y bajaron unos perros que ladraban como locos. Tomaron café con ginebra que habían traído en unos termos de plástico. Caminaron cerca del río,
por los senderos escarchados. Algunos se metieron al agua, temblando y puteando. Otros se quedaron en la orilla gritando órdenes y maldiciendo a Dios y a estos negros de mierda. Mientras acomodaban sus armas fumaban, estornudaban y tosían. Cuando empezó a oscurecer se fueron todos. Se reían fuerte y hablaban de ir al pueblo por unas birras. No encontraron nada.
La segunda vez fueron más hombres en más camionetas. Llevaron un helicóptero, más perros y un tipo de traje al que llamaban juez. Anduvieron por más lugares. Los que ya habían estado bardeaban a los nuevos, y los mandaban a los peores lugares. Encontraron en la orilla algunas ropas y un collarcito. Los metieron en una bolsa de basura y se los llevaron. Discutieron, hablaron por celular, escribieron en sus libretas y se fueron.
Volvieron a los pocos días. Con más gente y más perros. Había una mina que parecía mandar a todos. Caminaron, bucearon y filmaron. Encontraron unos cartuchos y unas balas. Discutieron mucho y no se los llevaron (decidieron que era mejor decir que no habían encontrado nada).
Al tiempo fueron de nuevo. Eran muchos y estaban re nerviosos. Anduvieron por todas partes, se metieron en las casas que están cerca del río y se llevaron algunas cosas. Pero a mí no me encontraron.
Anoche, no había luna. En un auto sin patente, y con las luces apagadas, llevaron el cuerpo que había sido mío hasta la orilla. Lo bajaron en silencio y lo pusieron con cuidado en el agua. Eran dos hombres, casi no hablaron entre ellos y se fueron enseguida. Hoy a mediodía lo encontraron, flotando entre unas ramas de sauce. Hacía frío. Había sol y mucha gente, algunos de uniforme y otros con ropa normal. También estaba mi hermano. Me dió mucha pena verlo llorar.
El caso Santiago Maldonado se refiere a la desaparición y muerte de Santiago Andrés Maldonado a partir del 1 de agosto de 2017, durante la represión de una protesta que incluyó cortes de ruta, realizada por la comunidad mapuche Pu Lof en la provincia argentina del Chubut. La represión incluyó disparos de balas y fue llevada a cabo dentro de la comunidad indígena por la Gendarmería Nacional. El 17 de octubre de 2017 fue hallado su cadáver en el río Chubut, cerca del punto en el que se denunció su desaparición, en una zona donde ya se había realizado previamente otro rastrillaje.

Adela Ramirez
Con dos hijos ya grandes, en proceso de despegue, decidí jubilarme. Me resultó fácil soltar la actividad universitaria y dedicarme libremente a las dos cosas que me fascinaban cuando niña. Armé un nanoemprendimiento de artesanías, que funcionó como “período de adaptación”, mitad trabajo redituable, mitad juego. Ahora estoy incursionando en la escritura (mi otra asignatura pendiente), animándome a compartir mis relatos en espacios amigables, como este blog.